Tuve un amor melodioso y fugaz como una estrella rebelde. Por demás, imposible.
Ya no está conmigo y sólo me quedó el despecho de lo que pudo haber sido.
Siempre supe que eramos ajenos, y aun en lo incierto de mi futuro, le entregué el alma toda, sin pedir condiciones ni esperar promesas.
Y ese capítulo de nuestras vidas, como un cuento de hadas que escribimos juntos, se volvió fábula de brujas, desoladas y melancólicas.
De qué sirve el amor si se parece a la muerte?
Para qué, entonces los besos, si saben a tristeza?
Pues, sucedió que se le acabó la pasión en un día cualquiera-quizás por algo que le dije o no, nunca lo sabré-.
Y aquí estoy, buscando el consuelo del olvido. Mas, el olvido sólo se llevó una parte y hoy me asaltan la dicha memoriada de mis noches bajo sus estrellas, de mis tardes recostada en su playa, consumida por las llamas de sus paraísos perdidos. Muy a mi pesar, aun invoco sus manos de selva indómita y su mirada de Caribe.
Mi amante regresó a los aires de su pasado triste y me alejé para no estorbar los destinos marcados por otros. Lo perdí, se fue lejos. Y es precisamente su condición de lejanía lo que me hace amarle más.
Hoy las estaciones van y vienen, mientras quiero creer que en medio de su silencio impasible y seco, aun me piensa bonito y me recuerda en el sabor de las delicias que compartimos alguna vez, en la libertad que nos dió, por un instante, el ser felices.
En mis noches de nieve y tormenta, sigo esperando su regreso.
Trato de conciliar la paz en mi almohada y susurro su nombre en vano:
!Venezuela, Patria Mía!
sábado, 21 de febrero de 2009
jueves, 31 de mayo de 2007
En una nota de humor
miércoles, 30 de mayo de 2007
Dolor
Es un dolor que no se quita con la distancia. Viendo las imagenes, me embarga, ya no la incredulidad, pues de ese engendro ya lo creo todo, pero la impotencia.
Solo puedo ofrecer desde lejos, mis humildes rezos y mi esperanza de que la el bien y la verdad prevaleceran sobre el mal y la mentira.
!Que Venezuela volvera a nacer de las cenizas como el Ave Fenix y seguira siendo hermosa y pujante.
!Adelante estudiantes, hombres y mujeres del futuro de la patria!
domingo, 27 de mayo de 2007
Un Corazon Tricolor en el Exilio
Como una pequeña náufraga, fatigada y atribulada por el peso de mi viaje y de mi nueva vida, baje del avión, en Toronto, Canadá, la gélida noche de un veintiocho de Febrero, gris y venteada. Han transcurrido dos años en pequeños pestañeos, sutiles y rápidos sin haberme percatado de su efímero paso. Miro atrás, maravillada y a veces sorprendida, de los pasitos que he dado con mi familia en un nuevo país, sin perder mis raíces y mis costumbres. Y a pesar de vivir en otras tierras, la identidad que me define, se acrecienta y se perpetúa más allá de mi experiencia diaspórica.
Desde este exilio voluntario, me confieso amante del trópico, por obvias toneladas de nieve que parecen no terminar nunca. Largo las babas por las arepas con queso telita. Añoro los Carnavales en Choroní, el espectacular Salto Ángel, los caprichosos y sigilosos Tepuyes, las bóvedas verdes de la selva, los llanos de Gallegos, las nieves perpetuas del Pico Bolívar, los efímeros medanos de Coro y las palmeras desperezadas de las playas de Morrocoy y a la perla de Margarita. Me vibra el alma con los tambores de San Juan y los Diablos de Yare se me meten en la sangre. Extraño los juegos de béisbol de Caracas vs. Magallanes, los viernes de fiestas y salidas a los cafés, la cerveza Polar bien fría y las discusiones políticas de moda.
Ahora, desde otras latitudes y a través del catalejo de los recuerdos, es que siento las bondades de mi tierra y la amabilidad de mi gente. Y es que el amor por la tierra que me parió aumenta con el tiempo, la distancia y las lágrimas. Todos los días hay alguna escena o pedazos de mi vida pasada que me hace sentir el temblor de mis memorias y la nostalgia en los ojos, de una Venezuela que fue, y que ya no es la misma, que ya no es la mía.
Pero, no soy solamente arepas con telita, fiestas perpetuas y paisajes hermosos. Mi identidad venezolana es más amplia y compleja. Soy un corazón que anhela libertad, paz y democracia. La libertad respirada que se vuelve pancadas, hace que todo lo demás pierda valor y se convierta en meros símbolos abstractos de lo que fuimos. Me niego a aferrarme a una foto de Playa Colorada (aun cuando me muero por meter los pies en sus arenas cálidas y rojizas) como excusa de peso para vivir pisoteada y asustada. No es suficiente. Siempre se puede disfrutar una arepa hecha con Harina Pan o una malta Maltín Polar “for export”. Siempre se pueden bajar de Internet las gaitas de Guaco. Y recordar y saborear el pasado.
Mi nueva cultura ampliada y el paso de las estaciones me han enseñado el peso de la perseverancia y de la paciencia, aunque el viento del norte transporte mi alma a las vidriadas aguas caribes.
He aprendido a filtrar mis expectativas de lo que es el Canadá perfecto. Cuando llegué, algunas de ellas eran muy firmes y concretas; otras solo abstractas fantasías sin basamento real. Las esperanzas firmes me han ayudado a enfrentar barreras, externas y auto impuestas, reales e imaginarias, para poder adaptarme a un país generoso pero cauteloso. Mis cortoplacistas y utópicas fantasías (tan venezolanas también), no me trajeron sino frustraciones y me convirtieron por un momento en mi propia carcelera, pues permití que mis demonios de altivez y falso orgullo, me controlaran.
He pagado el precio del exilio para vivir en libertad, paz y democracia, para no volverme un quiste muerto o un cascarón vacío en una tierra que se volvió árida, endurecida por la indolencia, la falta de respeto, la impunidad y el flagelo de corrupción.
Hay cosas que suceden en una vida, hay otras que suceden en dos o más. Yo solo tengo ésta; mis hijos se encargarán de las suyas. Ojalá ellos puedan regresar a sus raíces territoriales y reconstruir los pedazos regados de su patria. Yo me encargo, como embajadora de una Venezuela que fue grande, imponente, pujante, de que mis hijos, aunque sea desde muy lejos, amen su cultura y añoren su terruño, que hablen el castellano, rico idioma del amor y la pasión y que cultiven su identidad de preparados venezolanos “echados pa’lante” y que mantienen en alto orgullo, el tricolor en el corazón.
Desde este exilio voluntario, me confieso amante del trópico, por obvias toneladas de nieve que parecen no terminar nunca. Largo las babas por las arepas con queso telita. Añoro los Carnavales en Choroní, el espectacular Salto Ángel, los caprichosos y sigilosos Tepuyes, las bóvedas verdes de la selva, los llanos de Gallegos, las nieves perpetuas del Pico Bolívar, los efímeros medanos de Coro y las palmeras desperezadas de las playas de Morrocoy y a la perla de Margarita. Me vibra el alma con los tambores de San Juan y los Diablos de Yare se me meten en la sangre. Extraño los juegos de béisbol de Caracas vs. Magallanes, los viernes de fiestas y salidas a los cafés, la cerveza Polar bien fría y las discusiones políticas de moda.
Ahora, desde otras latitudes y a través del catalejo de los recuerdos, es que siento las bondades de mi tierra y la amabilidad de mi gente. Y es que el amor por la tierra que me parió aumenta con el tiempo, la distancia y las lágrimas. Todos los días hay alguna escena o pedazos de mi vida pasada que me hace sentir el temblor de mis memorias y la nostalgia en los ojos, de una Venezuela que fue, y que ya no es la misma, que ya no es la mía.
Pero, no soy solamente arepas con telita, fiestas perpetuas y paisajes hermosos. Mi identidad venezolana es más amplia y compleja. Soy un corazón que anhela libertad, paz y democracia. La libertad respirada que se vuelve pancadas, hace que todo lo demás pierda valor y se convierta en meros símbolos abstractos de lo que fuimos. Me niego a aferrarme a una foto de Playa Colorada (aun cuando me muero por meter los pies en sus arenas cálidas y rojizas) como excusa de peso para vivir pisoteada y asustada. No es suficiente. Siempre se puede disfrutar una arepa hecha con Harina Pan o una malta Maltín Polar “for export”. Siempre se pueden bajar de Internet las gaitas de Guaco. Y recordar y saborear el pasado.
Mi nueva cultura ampliada y el paso de las estaciones me han enseñado el peso de la perseverancia y de la paciencia, aunque el viento del norte transporte mi alma a las vidriadas aguas caribes.
He aprendido a filtrar mis expectativas de lo que es el Canadá perfecto. Cuando llegué, algunas de ellas eran muy firmes y concretas; otras solo abstractas fantasías sin basamento real. Las esperanzas firmes me han ayudado a enfrentar barreras, externas y auto impuestas, reales e imaginarias, para poder adaptarme a un país generoso pero cauteloso. Mis cortoplacistas y utópicas fantasías (tan venezolanas también), no me trajeron sino frustraciones y me convirtieron por un momento en mi propia carcelera, pues permití que mis demonios de altivez y falso orgullo, me controlaran.
He pagado el precio del exilio para vivir en libertad, paz y democracia, para no volverme un quiste muerto o un cascarón vacío en una tierra que se volvió árida, endurecida por la indolencia, la falta de respeto, la impunidad y el flagelo de corrupción.
Hay cosas que suceden en una vida, hay otras que suceden en dos o más. Yo solo tengo ésta; mis hijos se encargarán de las suyas. Ojalá ellos puedan regresar a sus raíces territoriales y reconstruir los pedazos regados de su patria. Yo me encargo, como embajadora de una Venezuela que fue grande, imponente, pujante, de que mis hijos, aunque sea desde muy lejos, amen su cultura y añoren su terruño, que hablen el castellano, rico idioma del amor y la pasión y que cultiven su identidad de preparados venezolanos “echados pa’lante” y que mantienen en alto orgullo, el tricolor en el corazón.
sábado, 26 de mayo de 2007
Raices y Alas
“Las dos cosas mas importantes que puedes darle a tus hijos son: Raíces y Alas”.
Realmente, en estos momentos no puedo recordar quien escribió esta frase, pero cuando la leí, me causo un inmenso impacto por su profundidad y sabiduría. Hoy siento que, aunque haya una aparente seguridad al arraigar tus raíces en la tierra, esta se ha vuelto terrones, árida y endurecida por las malas costumbres, la indolencia, la falta de respeto, la impunidad y el flagelo de corrupción que reinan en mi hermosa Venezuela. Se me esta acabando el arraigo!!!
De alguna manera, tus raíces y tu entorno determinan quien eres y quien serás…Yo se quien soy. Soy nieta e hija de inmigrantes que llegaron a Venezuela en la época post guerra para hacerla su hogar, con muchas esperanzas, poco dinero y manos decididas para trabajar. Así lo hicieron, trabajaron duro y salieron adelante, criaron profesionales y buenos ciudadanos, y ahora son catalogados como “oligarcas”, “opresores del pueblo” y “musius pendejos”…Yo se lo que quiero seguir siendo: Buena madre, esposa, profesional, quiero que mis hijos crezcan en libertad, seguridad, paz y valores; que ellos también sean buenos padres, esposos, profesionales y ciudadanos, quiero seguir el ejemplo y valores de mis antepasados de trabajo, solidaridad y tenacidad. Pero, la tierra se esta secando… Las semillas que estoy tratando de sembrar no van a germinar si las condiciones no son propicias.
Los pájaros migran cuando las condiciones climáticas, de alimento, apareamiento y nidacion se lo hacen imperativo para asegurar la perpetuación de su especie. Es cuestión de supervivencia. En nosotros, los humanos, la supervivencia también tiene dimensiones emocionales, espirituales y psicológicas. Queremos volar por diferentes razones: la guerra, el hambre, el peligro. De hecho, mis padres migraron por estas razones. Pero también migramos por la falta de un futuro claro, el hastío del “status quo”, la impotencia de poder hacer algo mas para solucionar los problemas del país, la falta de ambiente propicio que promueva el crecimiento personal, profesional y de comunidad. Por eso, me ha llegado la hora de volar, de extender las alas, de lubricar las plumas y de buscar vientos mas favorables que me ayuden a llevar las semillas de nuevos árboles a tierras abonadas que aporten nutrientes para que las raíces se fijen, se profundicen y crezcan árboles fuertes y sanos, donde sea realmente apreciada su majestuosa belleza.
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